jueves, 22 de abril de 2010

martes, 6 de abril de 2010

Un pensamiento

Pensando sobre la creatividad y el arte en estos tiempos que corren, tras echar un vistazo (en plan "poco y aprisa" como diría mi hermano pequeño, y por Internet además) al prefacio de El retrato de Dorian Gray, me llamó la atención una frase: "Todo arte es completamente inútil".

Una vez cubiertas todas las necesidades básicas, o al menos cuando alguien considera cubiertas sus necesidades básicas, la persona tiende al arte, ya sea a consumirla o a producirla (son dos términos mercantilistas, pero en este contexto se deben tomar literalmente, consumir en el sentido de la alimentación y producir debe verse como la labor artesanal que ha sido a lo largo de la mayor parte de la historia). Los Neanderthales y los hombres de Cromagnon ya adornaban sus herramientas, usaban joyas y pintaban en las paredes, desde entonces, sólo ha habido evolución de las técnicas, y alguna que otra revolución de estas.

El arte generalmente no tiene una aplicación práctica, al margen de la arquitectura, pero sobre esta se podría decir que más que de un arte se trata de una ciencia para producir estructuras útiles decoradas; los edificios tendrían (tienen, no es tan difícil encontrar edificios horribles) la misma función si fueran feos, pero los grandes arquitectos triunfan por su capacidad de aunar utilidad y belleza, de esta manera convierten en obras de arte sus construcciones, con lo que la utilidad de estas pasa a ser un simple accesorio, de la misma manera que un cuadro puede servir para esconder una caja fuerte en una pared (en ambos casos es necesario tener una mentalidad más artística que práctica para comprender la relación, de lo contrario es inevitable que se entienda al revés).

El arte es inútil, pero necesario. Desde el principio de la humanidad ha habido artistas. Estos personajes tienden a ser respetados en su sociedad, y a veces poderosos. Sus obras contienen realidad pero intentan superarla, el arte está por encima de la realidad, es más perfecta, más hermosa o por lo menos, más lógica. Para convertirse en arte, la realidad tiene que pasar por el tamiz del artista que es, al fin y al cabo, humano, pero consigue una obra que esté por encima de su materia prima y de sí mismo. El deber del artista es no estar a la altura de su obra, de lo contrario, la obra ha de ser por fuerza mediocre, como todo ser humano.

La cuestión es, si el ser humano es la obra maestra de una consciencia anterior, esta consciencia no puede estar a la altura del ser humano. El hecho de que esa consciencia y el ser humano fueran considerados iguales o incluso el ser humano fuera inferior supondría para la primera artista una creatividad tarada, si el ser humano es capaz de crear obras que lo superan, ¿cómo es posible que su creador no?

Es para pensárselo. Los mayas creían que los hombres fueron creados primero de barro, luego de madera y finalmente de carne y hueso (Popol Vuh, capítulo 3, merece la pena). En los dos primeros casos los hombres terminaron destruidos (sobre todo en el segundo, con auténtica saña) porque no podían llevar a cabo la tarea que sólo a ellos les había sido encomendada, la de adorar a sus dioses. Se parece a la actitud que se suele asociar con los artistas que destrozan las obras propias que no les gustan, agobiados por su impotencia.

No es un ejemplo de la Biblia, pero en los tiempos que corren se puede aplicar a la religión católica. Se supone que los hombres de carne y hueso eran capaces de adorar a sus dioses, pero visto lo visto hace falta más que fe para dedicarse a eso, ¿no?.