lunes, 23 de diciembre de 2013

Los derechos del conceptus. Drama en tres actos

Este texto es una libre interpretación de nuestra realidad política y cotidiana actual.

En él, hay 2 personajes que aparecen con el mismo nombre que sus homónimos reales. Uno, Alberto, tiene la personalidad cambiada: en este relato, realmente le mueven los intereses por los que dice moverse. Al otro, Mariano, no le he podido cambiar la personalidad porque no soy capaz de identificarla.

El tercer personaje, que tiene un nombre extraño, es totalmente inventado. En esta historia, se trata de un político del partido de Alberto y Mariano. Es culto, creativo y resolutivo, y esto me permite escribir un diálogo de él con Alberto en el que discutan temas trascendentales.


Acto I:

-Alberto: (En una rueda de prensa, entre flashes y preguntas) Me comprometo, como Ministro de Justicia, a revisar la actual ley del aborto. Yo, mi partido y nuestros votantes consideramos que no protege lo suficiente al conceptus y que tampoco protege lo suficiente a las mujeres embarazadas. Existe una violencia estructural contra ellas que, consideramos, la ley actual no previene, y eso, nosotros lo vamos a solucionar.

-Periodista 1: Señor Ministro, ¿a qué se refiere con "violencia estructural"?

-Alberto: Me refiero a que la sociedad no es "favorable" para que tengan y críen a sus hijos, y esto consideramos que no es tolerable.

-Periodista 2: Señor Ministro, esta revisión de la ley, ¿no supondría una pérdida de derechos de las mujeres?

-Alberto: En ningún caso, lo que queremos es simplemente aumentar sus derechos y protegerlas.

(La voz y las luces se van apagando, la rueda de prensa continúa, pero esto ya no se muestra en el escenario).


Acto II:

(Unos meses más tarde.)

-Alberto: (Entra en su despacho, con aire cansado y algo abatido. Se quita el abrigo, deja la cartera sobre su mesa y se sienta en la silla. Permanece en silencio, pensativo)

-Ceremonio: (Llamando a la puerta) ¿Se puede?

-Alberto: Pasa, pasa, Ceremonio.

-Ceremonio: (Entrando) ¿Qué ocurre, Alberto? Te veo muy pensativo.

-Alberto: Es por el proyecto de ley, no dejo de darle vueltas. Creo que vamos en una dirección equivocada, pero no le veo salida.

-Ceremonio: ¿No estás de acuerdo con volver a ilegalizar el aborto, excepto en casos muy concretos?

-Alberto: No. Eso no servirá de nada. Las mujeres no abortan porque sea legal. La actual ley así lo demuestra. Abortan porque no quieren seguir con el embarazo, o porque no quieren responsabilizarse de ello, sea por motivos económicos o personales.

-Ceremonio: Pero eso es inevitable. Los niños necesitan una familia que los cuide. Alguien tiene que ocuparse de ellos, y esa es la madre.

-Alberto: Sí. Pero yo no quiero reducir derechos a las mujeres, sólo facilitar que nazcan los niños que podrían tener. Que aunque no pudieran hacerse cargo de ellos, supieran que iban a estar bien.

-Ceremonio: Sí...

(Quedan los dos en silencio)

-Ceremonio: Aunque... podría haber otra solución. (Caminando por la sala mientras piensa) Por mi formación como antropólogo, sé que hay otros modelos de familia en otras sociedades que podrían aprovecharse en este caso...

-Alberto: Ah, ¿sí?

-Ceremonio: ¡Sí! (Muy contento) Por ejemplo, en muchas tribus, los hijos de todos sus miembros son cuidados por todos los adultos de la tribu. Así, el cuidado y la educación de estos es responsabilidad de todos. Si se propusiera algo semejante, quizás algunas madres podrían sobrellevarlo mejor.

-Alberto: (Pensativo) La idea es buena, pero, ¿tú crees que nuestros votantes lo aceptarán? Piensa que nuestro partido siempre ha defendido la familia tradicional: padre, madre, e hijos.

-Ceremonio: Sí, sí. Pero en este caso sería utilizar este planteamiento para garantizar el bienestar de estos niños que, de otro modo, no nacerían. Seguro que nuestros votantes están a favor. ¡Es para que esos niños puedan vivir!

-Alberto: (Aún reflexionando) Está bien... Entonces, ¿cuál es la idea, exactamente?

-Ceremonio: (Muy excitado y sonriente) La idea es: abortan tanto mujeres ricas como pobres, ¿verdad?

-Alberto: Sí.

-Ceremonio: Y no queremos perjudicar a unas ni a otras, ¿verdad?

-Alberto: No, claro

-Ceremonio: Queremos mantener su libertad.

-Alberto: Sí, sí.

-Ceremonio: Y sabemos que, normalmente, las causas de la interrupción del embarazo son no querer responsabilizarse del hijo una vez nacido, o bien la salud materna, ¿verdad?

-Alberto: Sí, efectivamente.

-Ceremonio: Bien. (Con una sonrisa de oreja a oreja). Pues entonces, la solución sería esta: mantener la ley de plazos actual, PERO complementarla con un Plan Integral Provida.

-Alberto: (Muy extrañado) ¿Un Plan Integral Provida?

-Ceremonio: Efectivamente. (Sigue muy sonriente) La base del plan sería la siguiente: el Estado se compromete a cuidar de todos los niños que nazcan de embarazos no deseados. (Pausa, recupera el aliento) Se construirían "casas de acogida", o como se les quiera llamar, en los barrios, pero junto con un plan para normalizar esta situación. Los niños estarían perfectamente integrados. Y, por supuesto, las madres podrían ir a visitarlos cada día. No es necesario darlos en adopción, si no lo quiere la madre. Al fin y al cabo, es su hijo, y es lógico que no quiera separarse de él. Incluso, si en el futuro lo puede mantener, se lo podría llevar del centro. Se trata de demostrar que el hecho de no poder hacerse cargo económicamente del niño no significa que este vaya a estar desatendido.

-Alberto: Ajá...

-Ceremonio: Y todo ello, manteniendo el derecho de la mujer a decidir: si no quiere tener al niño, podrá escoger no tenerlo.

-Alberto: Ya. Sí, es una gran idea, pero... ¿qué tipo de manutención y de educación podrían tener estos niños?

-Ceremonio: Los mejores posibles. (Sigue sonriendo) Al fin y al cabo, sería una ruindad traer a un niño al mundo para no darle lo mejor que esté a nuestro alcance, ¿no? Si el Estado quiere convencer a las mujeres de que quiere que sus hijos nazcan, tendrá que ser para que estos se desarrollen de la mejor manera posible y sean felices, ¿no?

-Alberto: ¿Y en el caso en que los hijos tengan alguna discapacidad o malformación?

-Ceremonio: También se garantizarían las medidas compensatorias necesarias. (Alzando las palmas de las manos y encogiéndose de hombros, pero cordial) ¡No son ciudadanos de segunda!

-Alberto: No, no, claro que no.

(Pausa. Alberto está pensativo, pero va calando en él la idea de Ceremonio. Ceremonio está muy contento, y se mueve por la escena, con un aire algo nervioso. Se nota que está muy entusiasmado, y piensa en todo lo que les queda por hacer. En un momento se detiene. Ha caído en la cuenta de algo.)

-Ceremonio: Estoy pensando... Antes de meterme en política adquirí grandes conocimientos tanto de antropología como de medicina y otras muchas áreas... y me estoy dando cuenta de que no estamos considerando un tema importante.

-Alberto: ¿Cuál?

-Ceremonio: La salud de la mujer. Incluso en el mundo desarrollado, el embarazo y el parto son momentos peligrosos para esta. Aunque pudiéramos garantizar el bienestar del niño, no podemos garantizar del todo el de la madre.

-Alberto: Es verdad... Eso no es banal. Pueden jugarse mucho en un embarazo.

-Ceremonio: (Entre abatido y preocupado) Sí...

(Breve pausa. Los dos se quedan pensativos. De repente, Alberto da con la solución).

-Alberto: ¡Ya está! No podemos garantizar la seguridad de la madre, pero podemos garantizar que el Estado no reparará en gastos para que su nutrición, las condiciones sanitarias en las que vive y los cuidados médicos que recibe sean los mejores posibles.

-Ceremonio: ¡Es verdad! Y bueno, de hecho,... ¡También podríamos invertir en una línea estratégica de investigación en salud materna y reproductiva! La extensa formación que recibí antes de meterme en política me permite saber que este tipo de estudios no es muy rentable, pero sería para proteger a las mujeres y a los conceptus. Nuestros votantes lo entenderán perfectamente.

-Alberto: (Súbitamente pensativo) Hmmm... ¿Tú crees que lo entenderán?

-Ceremonio: ¿Por qué lo dices?

-Alberto: Hombre, no sé... Estamos diciendo que garantizaremos que todos los niños nacidos de embarazos no deseados van a tener la mejor sanidad y educación posibles. Si alguno de los conceptus nace con una malformación o deficiencia, se garantizará que reciba las ayudas a la dependencia necesarias. A sus madres también se les proporcionarán los mejores cuidados médicos para garantizar que corran el mínimo riesgo. Estamos considerando invertir en investigación para que este plan mejore... Llevamos dos años haciendo todo lo contrario a esto. Y nuestros votantes parecen contentos. ¿Realmente crees que les gustará este nuevo plan?

-Ceremonio: (Sonriendo, confiado) Hombre, te olvidas de algo muy importante. Nuestros votantes son, antes que nada, personas creyentes, éticas e íntegras. Si todo esto sirve para salvar vidas humanas, ¿cómo van a oponerse?

-Alberto: Pero supondrá una gran inversión. Y ya sabes que nuestros votantes, por definición, no están a favor de que el Estado conceda más prestaciones sociales.

-Ceremonio: Sí, eso sí es verdad... (Piensa brevemente, pero pronto encuentra la solución). ¡Ya está! Nuestros votantes controlan la mayor parte del dinero de este país. Seguro que quieren invertir en este Plan Integral Provida.

-Alberto: ¿Tú crees? (Receloso) A veces me da la impresión de que les gusta su dinero más que a un tonto un caramelo.

-Ceremonio: Hombre, a todos nos gusta el dinero... Pero en este caso es para impedir la muerte de los menos protegidos. Si alguna de las grandes fortunas que nos votan, de acuerdo con sus convicciones religiosas y morales, supiera que financiando la sanidad y la educación de un centenar de madres y sus hijos impediría un centenar de abortos, ¿tú crees que se negaría?

-Alberto: Hombre, de acuerdo con sus principios, no debería negarse...

-Ceremonio: (De nuevo muy contento) No, claro que no. ¿Y te das cuenta de lo que eso significaría? El Plan Integral Provida no sería una prestación del Estado, sino de nuestro partido, financiado por nuestros propios votantes. ¡Sería una gran aportación para el futuro de nuestro país! ¡Volveremos a ser el Faro de Occidente!

-Alberto: ¿Tú crees? No lo tengo tan claro... Piensa en el estudiante de nuestras Nuevas Generaciones. El comentario que hizo que le abriéramos un expediente de expulsión iba precisamente en contra de la vida del conceptus y de la madre. Lo único que le importaba era que no se destinase dinero de sus impuestos a cubrir una prestación sanitaria. ( Enlace a la realidad )

-Ceremonio: Sí, pero por eso lo vamos a expulsar. Esa es una opinión muy minoritaria, hombre.

-Alberto: ¿De verdad lo crees?

-Ceremonio: Claro. La mayoría de nuestros votantes no dudarían en pagar más para permitir que aunque fuera un sólo niño pobre pudiera nacer y tener los mejores cuidados y la mejor educación.

-Alberto: Ah, sí, respecto a la sanidad y la educación... En estos dos años privatizamos todos los hospitales privatizables, nos cargamos la escuela pública, la atención a la diversidad y también la Ley de Dependencia. Tendríamos que deshacer todo esto, ¿no? La sociedad no vería con buenos ojos que se garanticen las mejores prestaciones a los niños nacidos de embarazos no deseados, y a los demás no. Hay niños deseados que nacen en familias que no se pueden permitir un colegio privado.

-Ceremonio: Claro, claro.

-Alberto: Esto nos podría traer algún que otro problema. Recuerda que muchos de nuestros votantes están a favor de privatizar hospitales y de que la educación pública pierda calidad.

-Ceremonio: (Sonriendo, confiado) Pero, ¿qué es eso comparado con la posibilidad de salvar vidas humanas? Si queremos que tire adelante el Plan Integral Provida necesitamos, como mínimo, garantizar que el resto de los niños estarán tan bien cuidados como los que adopte el Estado. Esto nuestros votantes lo entenderán.

-Alberto: Sí, claro, la vida humana está por encima de todo. Y no hay ciudadanos de primera o de segunda, sean ricos o pobres. Ya lo decía el Evangelio.

-Ceremonio: Claro, claro.

-Alberto: Bien, pues voy a ir redactando la propuesta. Mantener la ley actual y complementarla con el Plan Integral Provida. (Satisfecho, se queda un poco ensimismado, como envisionando el proyecto). ¡Qué gran idea, Ceremonio, qué gran idea has tenido!

-Ceremonio: Ya sabes. La gran formación de mi etapa prepolítica, junto con mi continuo afán de innovar y emprender, hacen que me guste encontrar soluciones nuevas para los problemas del Estado. Siempre al servicio del pueblo.

-Alberto: ¡Por supuesto, por supuesto! Bueno, ahora si me lo permites, me voy a quedar un rato a solas, madurando el proyecto.

-Ceremonio: ¡Perfecto! Y cuenta conmigo. Si me necesitas para cualquier cosa, ya sabes dónde encontrarme. Buenas tardes.

-Alberto: Gracias, Ceremonio, buenas tardes.

(Ceremonio sale, cerrando la puerta con delicadeza).


Acto III:

(Rueda de prensa de Mariano, en una pantalla y sin preguntas).

-Mariano: (Leyendo su discurso, sin levantar la cabeza del papel) Señores periodistas, les he convidado hoy allí para comunicarles mi decisión de expulsar de la cartera de Justicia al Ministro Alberto, junto con otro miembro de su equipo, el secretario Ceremonio. Mi partido los ha considerado futuros culpables de un delito de malversación de fondos del partido, que querrían haber destinado principalmente a la financiación de un plan para proteger y cuidar a los niños nacidos de embarazos no deseados y a sus madres. También pensaban destinar parte del dinero de los impuestos de todos los ciudadanos al refuerzo del sistema sanitario, educativo, y a la investigación en salud materna y reproductiva.

(Pausa. Sigue sin levantar la cabeza, pero para un poco para tomar aliento).

-Mariano: No es que esto esté mal, pero no está en consonancia con la ideología del partido, por lo que hemos decidido expulsarlos y apartarlos de la política. Pero todo ello se ha llevado a cabo con total cordialidad. Tengo total confianza en ambos y, personalmente, les deseo suerte con su proyecto emprendedor. Nada más que añadir, buenas noches.

(Se apaga la pantalla. Se cierra el telón.)

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